La semana comenzó con el presidente Luis Arce en la frontera de Tarija. El lunes en Villa Montes no estuvo especialmente lúcido ante un Mario Abdo, lanzado hacia su reelección pese a su maltrecha gestión y que no perdió más de un minuto en hablar del pasado, aunque el escenario – los actos de conmemoración del armisticio de la Guerra del Chaco – se daba para ello. Abdo volvió a prometer carreteras, atención integral en salud y claro, tren bioceánico, que es esa especie de comodín que se van pasando los presidentes de la región según convenga electoralmente para que pase por Bolivia, por Perú, por el norte argentino y chileno o por Paraguay. Ahora toca Paraguay, que tiene elecciones ni bien empiece 2023.
Arce estuvo lento y se quedó en el molde, dedicó demasiado tiempo a exacerbar la lucha por los recursos naturales apoyado en el mito de la guerra por petróleo que no todos comparten. Las autoridades locales hicieron más o menos lo mismo y al final todo volvió a quedar como muy bien pero muy lejos. Bolivia y Paraguay son un ejemplo de cómo se deben cerrar las heridas de una guerra: casi un siglo viviendo de espaldas y con un comercio tendente a cero pese a los miles de kilómetros compartidos, eso sí, sin rencores.
Villa Montes ha sido muy protagonista de la semana, porque mientras eso pasaba en el Chaco, en Tarija otro villamontino, en este caso el indígena weenhayek, Federico Salazar, era prácticamente desconocido tras la operación “derribo” orquestada por el Movimiento Al Socialismo (MAS) al que se ha prendido el Tribunal de Justicia y también, al parecer, el Tribunal Electoral Departamental, que posesionó a Salazar para cinco años en un proceso tutelado por ellos y lo desconoce solo un año después en un proceso del que no ha participado.
La alianza Unidos – Indígenas queda tocada de muerte, porque evidentemente el reemplazante de Salazar va a ser justo de la otra cuerda, es decir, dispuesto a pactar con el MAS para darle una mayoría que ya nadie sabe si tiene luego de cómo le han llovido los golpes a la bancada de Todos por haber llegado hasta el final en el apoyo a las tesis masistas.
Todo puede pasar en los próximos días, desde que Salazar gane su amparo y vuelva a la Presidencia hasta que se disuelva la Directiva y haya una nueva elección pasando porque asuma la vicepresidenta primera en este caso, del MAS. Lo que está claro es que hace meses no se aprueba una Ley en el hemiciclo y el ente no para de generar desafección hacia la autonomía.
Ofensiva general
Mientras esto pasaba en Tarija, en Bolivia las fichas se mueven aceleradamente. El MAS parece haberse dado cuenta de que por muy mal que se lleven, no tiene posibilidades de escindirse, así que de una u otra manera deberá encontrar una forma de entenderse, y esa parece haber sido la razón que sustenta la apertura de una nueva fase de “ofensiva general”.
La sentencia de Jeanine Áñez no ha gustado a los opositores y anuncian movilizaciones, aunque al parecer necesitan varias semanas para garantizar cierto éxito en esas movilizaciones. La cuestión es que tampoco parece gustarle demasiado al Movimiento Al Socialismo, empezando por Evo Morales, porque diez años “parece poco”, sin atenerse a que lo que se juzga es su auto-posesión.
En esas, de nuevo, la “instrucción” es abrir proceso contra el resto de los “involucrados en el golpe”, que abarca una gran variedad de políticos y personajes en activo y en retiro. Ciertamente llama la atención que, a estas alturas, con Áñez sentenciada, Camacho ni siquiera haya prestado declaración y Carlos Mesa apenas haya dejado una carta escrita con una declaración de principios y nada más.
¿Cuál será el alcance de la nueva instrucción? Pues en Tarija, desde luego, el delegado presidencial Marcelo Poma lo tiene claro y el miércoles ya mandó a callar al gobernador Oscar Montes, al que consideró que está “muy nervioso” después de los “sucesos” en la Asamblea.
Lo cierto es que el Gobernador guarda moderada distancia con este y con todos los temas y que apenas le quedan asuntos pendientes con la justicia y poco se le puede imputar de su alianza política con Jeanine Áñez, que se rompió, o de su amistad con el exministro de Hidrocarburos Víctor Hugo Zamora, que también se rompió y por motivos similares. Su mayor preocupación sobre la gestión actual es la forma en que se ha llevado el tema del Servicio Departamental de Caminos (Sedeca), pero nadie cree que se pueda operar tan rápido. O quizá sí.
FUENTE: EL PAÍS
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