«Dejo mi cadáver como una muestra de mi desprecio hacia mis adversarios porque ya cumplí la misión que me impuse», dejó escrito en una carta a sus hijos el expresidente de Perú, Alan García, antes de suicidarse el pasado 17 de abril cuando la Policía de su país lo iba a arrestar en el marco de una investigación sobre corrupción.
En ese texto, el difunto exmandatario se declaró inocente y mostró su orgullo por sus logros políticos: «Cumplí la misión de conducir el aprismo al poder en dos ocasiones e impulsamos otra vez su fuerza social», unos hechos que definió como «la misión» de su existencia.
«En estos tiempos de rumores y odios repetidos que las mayorías creen verdad, he visto cómo se utilizan los procedimientos para humillar, vejar y no para encontrar verdades», dejó escrito en referencia al procedimiento por el que lo investigaban, sobre el que indicó que «no hubo ni habrá cuentas ni sobornos ni riqueza» y recalcó: «Otros se venden, yo no».
García justificó en esta epístola póstuma su decisión final con el argumento de que no deseaba sufrir «injusticias y circos» ni «por qué aceptar vejámenes» después de haber visto «a otros desfilar esposados guardando su miserable existencia».
Luciana García Nores, hija del difunto mandatario, ha revelado la existencia de este documento durante el velatorio de su padre, que se ha celebrado este 19 de abril en la Casa del Pueblo de Lima (Perú).
Alan García se disparó en la cabeza para evitar su arresto por un delito de corrupción relacionado con el caso Oderbrecht, que investiga actos que tuvieron lugar durante su segundo mandato.
Carta de García (Fuente: Andina)
Cumplí la misión de conducir el aprismo al poder en dos ocasiones e impulsamos otra vez su fuerza social. Creo que esa fue la misión de mi existencia, teniendo raíces en la sangre de este movimiento.
Por eso, y por los contratiempos del poder, nuestros adversarios optaron por la estrategia de criminalizarme durante más de 30 años, pero jamás encontraron nada y los derroté nuevamente, porque nunca encontraran más que sus especulaciones y frustraciones.
En este tiempo de rumores y odios repetidos, que la mayoría creen verdad, he visto como se utilizan los procedimientos para humillar o vejar y no para encontrar verdades.
Por muchos años me situé por sobre los insultos, me defendí y el homenaje de mis enemigos fue argumentar que Alan García era suficientemente inteligente como para que ellos no pudieran probar sus calumnias.
No hubo ni habrá cuentas, ni sobornos, ni riquezas. La historia tiene más valor que cualquier riqueza material. Nunca podría haber precio suficiente para quebrar mi orgullo de aprista y de peruano.
Por eso repetí: otros se venden, yo no.
Cumplido mi deber en la política y en las obras hechas para el pueblo, alcanzadas las metas que otros países o gobiernos no han logrado, no tengo por qué aceptar vejámenes.
He visto a otros desfilar esposados, guardando su miserable existencia. Pero Alan García no tiene por qué sufrir esas injusticias y circos, por eso le dejo a mis hijos la dignidad de mis decisiones, a mis compañeros una señal de orgullo, y mi cadáver como una muestra de mi desprecio hacia mis adversarios porque ya cumplí la misión que me impuse.
Que Dios, al que voy con dignidad, proteja a los de buen corazón y a los más humildes
ERBOL
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